millaaaaoliver - Madre, el pelo tarda cuanto tiempo para crecer? - ¿Qué? - Si corro mi pelo hoy, ¿cuándo va a crecer de nuevo? - El pelo está siempre creciendo, Beatriz. Es que ni uña. La comparación deja a la niña medio confusa. No está preocupada por las uñas. - Cada día, madre? - Es, sólo que la gente no repara. - ¿Por qué? - Porque la gente tiene más que hacer, ¿no? La niña no sabe si esa es una pregunta del tipo que necesita ser contestada o es de las que la gente escucha y listo. Prefiere no responder. - ¿Estás muy ocupada, no es madre? - ¿Qué? - Nada, no. La madre termina de pasar la ropa y va guardando todo en el armario. Mientras tanto, Beatriz corre hasta el cuarto de costura, toma la cinta métrica y mide nuevamente el pelo de la muñeca. Ella había cortado aquel pelo con todo el cuidado del mundo, para quedar parecido al de la madre, pero la verdad es que se quedó medio torcido. "Nada, no creció nada", concluye, guardando la cinta. ¡Ya tiene una semana! Luego vuelve a donde está la madre, que ahora lustra los muebles. - Mamá, ¿hay alguna enfermedad que hace que el pelo de la gente no crezca? - ¡Pero de nuevo esa conversación de pelo! ¿No tiene otra cosa para pensar no, criatura? Sobre esta pregunta no hay duda: es del tipo que usted no debe responder. La madre sigue trabajando. Necesita apresurarse. De allí a poco la patrona llega de la calle y el almuerzo ni está listo todavía. - ¡Madre! - ¿Que pasó? - Es que yo estaba aquí pensando. - ¿Pensando qué? Beatriz no responde. Espera un poco, tratando de encontrar las palabras correctas. - Ve, habla luego. - Cuando uno hace una cosa, sabe, y no da más para volver atrás, entendió? - No, no lo entendí. Ella baja la cabeza, da un poco y resuelve arriesgar: - Entonces, si usted no entiende, puedo seguir preguntando sobre el cabello? - ¡Ay Dios mío! Beatriz deja a la madre trabajando y va a buscar de nuevo su muñeca. Toma la muñeca en el regazo y dice en el oído de ella: - No se enciende, no. ¿El pelo de muñeca es así, crece lentamente, vio? Y con un cariño: - Fue mi madre que me enseñó.
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- Madre, el pelo tarda cuanto tiempo para crecer? - ¿Qué? - Si corro mi pelo hoy, ¿cuándo va a crecer de nuevo? - El pelo está siempre creciendo, Beatriz. Es que ni uña. La comparación deja a la niña medio confusa. No está preocupada por las uñas. - Cada día, madre? - Es, sólo que la gente no repara. - ¿Por qué? - Porque la gente tiene más que hacer, ¿no? La niña no sabe si esa es una pregunta del tipo que necesita ser contestada o es de las que la gente escucha y listo. Prefiere no responder. - ¿Estás muy ocupada, no es madre? - ¿Qué? - Nada, no. La madre termina de pasar la ropa y va guardando todo en el armario. Mientras tanto, Beatriz corre hasta el cuarto de costura, toma la cinta métrica y mide nuevamente el pelo de la muñeca. Ella había cortado aquel pelo con todo el cuidado del mundo, para quedar parecido al de la madre, pero la verdad es que se quedó medio torcido. "Nada, no creció nada", concluye, guardando la cinta. ¡Ya tiene una semana! Luego vuelve a donde está la madre, que ahora lustra los muebles. - Mamá, ¿hay alguna enfermedad que hace que el pelo de la gente no crezca? - ¡Pero de nuevo esa conversación de pelo! ¿No tiene otra cosa para pensar no, criatura? Sobre esta pregunta no hay duda: es del tipo que usted no debe responder. La madre sigue trabajando. Necesita apresurarse. De allí a poco la patrona llega de la calle y el almuerzo ni está listo todavía. - ¡Madre! - ¿Que pasó? - Es que yo estaba aquí pensando. - ¿Pensando qué? Beatriz no responde. Espera un poco, tratando de encontrar las palabras correctas. - Ve, habla luego. - Cuando uno hace una cosa, sabe, y no da más para volver atrás, entendió? - No, no lo entendí. Ella baja la cabeza, da un poco y resuelve arriesgar: - Entonces, si usted no entiende, puedo seguir preguntando sobre el cabello? - ¡Ay Dios mío! Beatriz deja a la madre trabajando y va a buscar de nuevo su muñeca. Toma la muñeca en el regazo y dice en el oído de ella: - No se enciende, no. ¿El pelo de muñeca es así, crece lentamente, vio? Y con un cariño: - Fue mi madre que me enseñó.