Érase una vez un petirrojo (rouge-gorge) que vivía en el jardín de una granja en el norte de España. Desde lo alto de un árbol vigilaba el terreno y de vez en cuando bajaba al suelo a comer insectos y gusanos. Era feliz. Pero un día se acercó al gallinero de la granja y vio que las gallinas no tenían que buscar el alimento porque tenían siempre el comedero lleno de pienso, así que, aprovechando un momento en que la puerta estaba abierta, se metió dentro y se quedó. Al día siguiente, el granjero se dio cuenta de que había un petirrojo en el gallinero y abrió la puerta para que se marchara. El pajarito no se movió. "¡Vete!¡Fuera!", gritó el granjero. El pajarito no se movió. Entonces el granjero suspiró y, mirando fijamente al petirrojo, le dijo: "¡Tonto!"
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Érase una vez un petirrojo (rouge-gorge) que vivía en el jardín de una granja en el norte de España. Desde lo alto de un árbol vigilaba el terreno y de vez en cuando bajaba al suelo a comer insectos y gusanos. Era feliz. Pero un día se acercó al gallinero de la granja y vio que las gallinas no tenían que buscar el alimento porque tenían siempre el comedero lleno de pienso, así que, aprovechando un momento en que la puerta estaba abierta, se metió dentro y se quedó. Al día siguiente, el granjero se dio cuenta de que había un petirrojo en el gallinero y abrió la puerta para que se marchara. El pajarito no se movió. "¡Vete!¡Fuera!", gritó el granjero. El pajarito no se movió. Entonces el granjero suspiró y, mirando fijamente al petirrojo, le dijo: "¡Tonto!"