EL maestro Cañabate, que era un gran escritor y un sabio, me advirtió una vez ¿Tú también tienes la manía de ducharte? Pues! Cuidado! En las duchas es donde se producen los peores accidentes”. Se refería a los resbalones, supongo y no andaba descaminado. Hay materiales que palían estos percances, pero aún no ----1--------- el sistema para eliminarlos del todo. Lo mejor quizá sería colgar del techo dos correas que el maniático de la ducha se pasaría bajo las axilas y cuando acaeciera el resbalón no se partiría el cráneo en un grifo (según suele suceder), sino que quedaría suspendido., grácil, balanceante, e ileso, gozando de la voluptuosas caricias del agüita templada. Y podría substituir el repertorio de la zarzuela que ---------2----- compuestas para cantar en la ducha- por ejemplo-El huésped del sevillano- por otras más acordes con la situación como El cocherito leré. Peores trances se pasan en los hoteles, donde tiene conectada a la ducha con el teléfono de la mesilla de noche. Es una conexión automática e inexorable: abres la ducha, suena el teléfono. Entonces claro, hay que salir de la ducha precipitadamente y atender enjabonado la llamada., La conversación quizá sea breve pero no importa cuánto dure, porque al volver a la ducha y abrir de nuevo el grifo, ya está sonando el teléfono otra vez. No falla jamás. Cierta mañana, harto de correr empapado por la habitación, decidí ducharme entero sin hacer caso al teléfono, así se le reventara el timbre o me llamara el Papa de Roma. De manera que me enjaboné de cabo a rabo (con perdón) y ya atacaba aquello de ¡ Fiel espada triunfadora” cuando hubo un estruendo de golpes en la puerta y luego un comando de alborotadas camareras irrumpió en el cuarto de baño gritando” ¿ Le pasa algo? ¿Por qué no coge el teléfono? Que duro ducharse ¿Verdad? Al mencionarse “el maniático de la ducha”(Línea5) el autor insinúa que: a. El bañarse no es una manía sino una costumbre; b. Se necesita un aparato propio para la ducho; c. Sólo los locos se duchan exageradamente; d. Sólo los maniáticos se duchan y se enjabonan; e. El ducharse ya se ha convertido en una manía;
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Sempre que se agita esta questão das reivindicações femininas, escovam-se os velhos chavões, e, com um grande ar de importância, os filósofos decidem sem apelação que a mulher não pode ser mais do que o anjo do lar, a vestal encarregada de vigiar o fogo sagrado, a depositária das tradições da família... e das chaves da despensa. Todo esse dispêndio de palavras inúteis serve apenas para encobrir a fealdade da única razão séria que podemos apresentar contra as pretensões das mulheres: o nosso egoísmo, o receio que temos de que nos despojem das nossas prerrogativas seculares – o medo de perder as posições, as regalias, as honras que o preconceito bárbaro confiou exclusivamente ao nosso século. Compreende-se: quem se habituou a empunhar o bastão do comando não se resigna facilmente a passá-lo a outras mãos: é mais fácil deixar a vida do que deixar o poder. O narrador do texto critica o papel atribuído à mulher em nossa sociedade. Dos trechos abaixo, o único que corresponde ao papel criticado é: a. “Amor é fogo que arde sem se ver”. (Luís Vaz Camões). b. “Ser mulher, e oh! atroz, tantálica tristeza! / ficar na vida qual uma águia inerte, presa / nos pesados grilhões dos preceitos sociais!” (Gilka Machado). c. “Já agora as feministas venceram radicalmente e não há profissão masculina que elas não ataquem e onde não vençam.” (Rachel de Queiroz). d. “Eu não tinha este rosto de hoje, / assim calmo, assim triste, assim magro, / nem estes olhos tão vazios, / nem o lábio amargo.” (Cecília Meireles). e. “É com um pouco de pudor que sou obrigada a reconhecer que o que mais interessa à mulher é o homem.” (Clarice Lispector).
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